
¿Era ella consciente de que los espíritus traviesos podían estar escuchándola? Quizás supo que habitaban en es polen que cosquilleaba en su nariz o en el aleteo de las libélulas que de repente la envolvieron.
Sólo sé que fue ése el momento que eligió para hacer su petición: "Cuando vuelva a nacer...quiero ser un árbol".
Luego se marchó y aquel árbol apareció.
Intentaron convencerme de que siempre había estado allí, y bajo la cegadora luz del día casi lo consiguieron. Pero en el duermevela, como siempre, las piezas, las intuiciones, los fragmentos, todo encajaba y yo podía ver la verdad.
Ahora paso el tiempo con mi espalda apoyada en el rugoso y cálido tronco. Piel contra piel. Tranquilo, porque con los locos no se puede razonar. No tengo prisa, pero debo estar preparado para advertir, quizás muy sutilmente, un aleteo repentino o un cosquilleo irresistible en la nariz.
Entonces haré mi petición.
Texto: Inma Valderas